Mora García Mónaco tiene 27 años. Señala a LA NACION que entre sus hermanas mayores y también en algunos grupos de amigas el debate sobre la posibilidad de congelar óvulos es un tema recurrente. Pensando en la maternidad, a todas les resulta atractiva la posibilidad de quitarse de encima la presión que impone el paso del tiempo. En mayo de este año, ella optó por realizar el tratamiento. Cuando lo hizo, se llevó una sorpresa que reafirmó su decisión: “El médico me señaló que tenía una muy baja reserva ovárica. Entonces pensé ‘Menos mal que lo hice’, porque si hubiera empezado a buscar un hijo a los 35, seguramente hubiera tenido algún problema. O si quisiera tener un segundo hijo a los 38, sin óvulos congelados, no sé si podría”, detalla García Mónaco.
La criopreservación de óvulos para maternidad diferida se empezó a practicar en la Argentina hace aproximadamente 12 años. Sin embargo, en los últimos tres, indican las fuentes consultadas, la cifra de mujeres que decidieron realizar el tratamiento creció de manera exponencial. De hecho, luego de la pandemia, indica Ana Ceballos García, presidenta de la Asociación Civil Concebir, creció un 50% el número de mujeres que congelaron óvulos en el país. Cabe aclarar que es un procedimiento médico que se realiza en clínicas privadas y tiene un valor que ronda los US$2000. El sistema sanitario público solo cubre ese costo en casos en los que la mujer, por un problema de salud, vea comprometida su capacidad para procrear en el futuro.
Hay varios motivos que derivan en este fenómeno. A grandes rasgos, los especialistas y las mujeres consultados por este medio señalan que el principal es la posibilidad de postergar la maternidad, ya sea por cuestiones laborales –como desarrollarse en un empleo– o chicas que rondan los 35 años (que es la edad promedio de las mujeres que congelan sus óvulos) y no tienen parejao no se sienten preparadas para emprender aún la maternidad. También hay motivos estrictamente vinculados a algún problema de salud, como pacientes que van a transitar una quimioterapia y saben que eso podría afectar su capacidad reproductiva u otras que descubren por algún estudio médico que tienen una baja reserva ovárica a muy temprana edad.
Martín Attie, director médico de In Vitro Buenos Aires, señala que en los 70 la mujer tenía el primer hijo, en promedio, a los 24 años, mientras que en la actualidad ese número ascendió a 34. Por eso, agrega el especialista, la gran mayoría de las mujeres que llegan a su consultorio por problemas para concretar un embarazo enfrentan obstáculos por tener una edad reproductiva relativamente avanzada.
“Yo lo hice siendo muy joven, que en teoría es lo óptimo, porque tenes más y mejores óvulos. Ya no me corre el reloj biológico. Sin embargo, entre las amigas de mi edad, si bien el tema genera mucho interés, todavía no están pensando en hacerlo, aunque esa charla sí se da entre amigas más grandes. Cuando me hice la intervención, que es sencilla, esperaban sacarme 10 o 12 folículos, pero solo lograron sacar cuatro. Por eso me alegré de haber tomado la decisión, si no nunca me hubiera enterado porque los ginecólogos en general no te piden un estudio para determinar tu reserva ovárica, y menos teniendo 26 años”, relata García Mónaco.
15 minutos
Sergio Papier, director médico de centro Cegyr y presidente del comité ejecutivo de la Asociación Latinoamericana de Medicina Reproductiva, destaca que, antes de iniciar el proceso para congelar óvulos, hay que tratar de entender cuáles son las motivaciones de cada mujer e informarle qué posibilidades hay de que el tratamiento tenga éxito. “Es importante que la mujer esté segura de lo que va a hacer y, sobre todo, analizar la factibilidad de hacerlo. Por ejemplo, no hay estudios que analicen la calidad de los óvulos, pero sí sabemos que la calidad está muy relacionada a la edad. Por eso no tendría mucho sentido congelar luego de los 38 o 40 años. Otro aspecto importante que repercute en la calidad de los óvulos es el estado de salud de la paciente y no tener factores de riesgo como la obesidad y el tabaquismo, entre otros”, resalta Papier.
Para explicar el paso a paso del procedimiento, Attie describe que el tratamiento comienza con la menstruación. “La citamos entre tres y cinco días antes del inicio del ciclo. Se le hace una ecografía transvaginal y, si todo está bien, se le da la medicación correspondiente. El día que comienza la menstruación se arranca a estimular la ovulación; esta fase dura unos 10 días y requiere de controles para monitorear la respuesta a la medicación que se aplica de forma subcutánea. Luego se realiza la extracción de los óvulos en un quirófano, con una mínima anestesia. Es una intervención de unos 15 minutos. Todo el tratamiento de punta a punta dura como máximo 13 días”, afirma Attie.
“Los últimos dos días antes de la intervención, te aplicás medicamentos más fuertes mediante inyecciones en la panza. Me daba un poco de impresión porque esas agujas eran bastante gruesas. Luego, la operación en sí es sencilla y al ratito te vas a tu casa, solo sentís que te duelen los ovarios, como si estuvieras menstruando”, comenta García Mónaco.
Los óvulos, explica Ceballos García, se suelen almacenar en las clínicas, donde hay salas especiales para congelar células humanas. “No son sistemas que están enchufados a la corriente o que pueden fallar en caso de un colapso energético, porque se utiliza nitrógeno líquido para mantener el frío. Los óvulos pueden permanecer congelados sin un límite determinado de tiempo y mantienen perfectamente su performance sin importar el tiempo intermedio”, añade Attie.
No está al alcance de todas
Las clínicas de fertilidad consultadas por este medio señalan que, en promedio, el valor del tratamiento (esto incluye los medicamentos previos al procedimiento) sale entre US$2000 y US$2500. A eso se le suman unos US$300 por año de mantenimiento. Por supuesto, si la mujer ya no quiere mantener sus óvulos congelados puede no renovar el acuerdo con la clínica y dejar de abonar el costo anual.
Una ley, la 26.862 de acceso integral a los procedimientos y técnicas médicoasistenciales de reproducción médicamente asistida, establece que el Estado se hará cargo del costo de “los servicios de guarda de gametos o tejidos reproductivos para aquellas personas, incluso menores de dieciocho (18) años que, aun no queriendo llevar adelante la inmediata consecución de un embarazo, por problemas de salud o por tratamientos médicos o intervenciones quirúrgicas puedan ver comprometidas su capacidad de procrear en el futuro”. Por lo general, indica Papier, se aplica a pacientes oncológicos que ven comprometida su salud reproductiva por la quimioterapia.
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